No me gustaba ir de compras porque usualmente solía
caer en el fuerte impulso de comprar cosas innecesarias, y aunque hice un
esfuerzo por evitarlo yendo solo al lugar que necesitaba ir, de alguna manera terminé
por comprar audífonos, parlantes con forma de rana, un cargador solar que
estaba en oferta y lo que necesitaba, un celular nuevo.
Lo encendí y probé el nuevo número haciendo
una llamada mientras caminaba en dirección a la heladería, me daría un gusto
antes de volver a mi departamento.
-
¿Sí?
-
Hola, querido manager.
-
¿Chiaki?
-
Soy yo – canturreé.
-
¿Y este número?
-
Es mi nuevo número, tuve que comprar un móvil nuevo
porque la batería del mío se moría en muy poco tiempo.
-
Ah, lo guardaré entonces.
-
Hazlo, es necesario que lo tengas, pero por favor, no
se lo des a nadie más. Considerando que es nuevo seré más cuidadoso.
-
Está bien, señor famoso – rió.
-
Gracias, nos vemos.
-
Hasta pronto – respondió acostumbrado a mi usual forma
de cortar la llamada.
Noté que un par de chicas voltearon a
observarme dudosas, ¿tal vez me habían reconocido? Por si acaso me coloqué el
barbijo y los anteojos para ser más cuidadoso.
Lo bueno de Japón era justamente aquello, podías usar barbijo sin llamar
la atención y rara vez te reconocían con el puesto. Solo había que evitar
hablar demás en público o en redes sociales y toda la fama era fácil de llevar,
incluso para alguien como yo, que usualmente no llevo fácil nada y las quejas son
el pan de cada día en mis análisis nocturnos sobre lo que hago a diario.
Le di
a la cajera mi orden.
-
Quiero la copa de helado de capucchino con crema y
agregado de merengue.
-
Bien, serían…
-
Tome. – le tendí el dinero en la cantidad justa,
siempre compraba lo mismo. Ella se rió, ya me conocía. Me tendió la boleta por
mi compra.
-
Gracias, ahora se lo entrego.
Suspiré y pensé mientras lo preparaba. Sentía
que al tener un móvil nuevo cambiaba un poco mi vida, mis contactos
principalmente, por ello quería ser cuidadoso esta vez. Nada de gente innecesaria,
quería ser inubicable para quienes querían o esperaban cosas de mí. En realidad… prefería que nadie tuviera mi
número más que la gente que me necesitaba por trabajo.
-
Su helado. Muchas gracias por su compra.
-
Gracias a ti – le dije llevándome mi gran copa de
helado hasta la mesa que acostumbraba, la que estaba a un rincón, la única con
solo un asiento y que miraba la pared. Nadie la usaba usualmente porque nadie
iba solo y porque a nadie le gustaba mirar la pared. Pero a mí sí.
Copié del antiguo móvil al nuevo el número de Sora y le envié un texto.
Pensé en decirle que fuéramos al cine a ver la película que me comentó
estrenaban durante la semana.
“Hola guapo, adivina quién soy”, le presioné enviar riéndome para mis adentros mientras probaba mi
helado.
Sabía
que Sora compartía su número de móvil usualmente, así que no sabría con
facilidad que se trataba de mí. El celular vibró, vi su respuesta.
“Supongo que alguien a quien le debo dinero.”
-
¡Já! –se me escapó una risotada en voz alta. Un par de
cabezas e incluso la niña del mostrador voltearon a mirarme, me cubrí el rostro
con el cabello un poco avergonzado. Tecleé mi respuesta.
“¿Y si te dijera que me debes otra cosa?”, pensé en decirle de inmediato sobre la ida al cine, pero podría
adivinar que era yo y quería jugar un poco más con la situación. Sora me
divertía, siempre lo hacía, incluso cuando no se daba cuenta.
La
respuesta llegó más rápida que la anterior.
“Creo que he pagado mis cuotas de sexo, así que no
estoy seguro de quien seas.”
¿Sexo?
“Por
lo que he visto en tu pantalón al bajar del escenario diría que te falta
pagar…”, escribí, pero lo pensé un segundo antes de enviarlo y preferí borrar
aquello, se daría cuenta que era yo. Preferí responder otra cosa.
“¿Pagas con sexo usualmente?”, me reí para mí mismo, desconocía como se comportaba Sora con otras
personas que no fueran parte de la banda o el staff.
Respondió:
“No, suelo ofrecerlo como ofrenda, sacrificio o
regalo, parece que usted no es tan cercana a mí como creí. ¿Cómo tiene mi contacto?”
¿Cercana?
¿Creía que era una chica?
“Soy cercana a ti”, opté
por seguirle el juego.
“Dime quien eres”,
respondió.
“Tendrás que adivinarlo.”
Di el último bocado a mi helado con una
sonrisa en la boca, al parecer sería una tarde divertida.
Cuando llegué a casa me lancé a la cama y
encendí un cigarrillo, era inusual tener un día libre entre semana, pero no
tendríamos ensayo hasta el día siguiente. Me quité la ropa quedándome desnudo
tirado en la cama, un gusto reservado para quienes viven solos.
“Me gustaría que nadie supiera donde vivo”,
ese pensamiento impulsivo se metió en mi cabeza y se me ocurrió por un segundo que
quería cambiar de domicilio también. Aunque eso si sería drástico. Mi celular
nuevo vibró.
“¿Qué cosas te gustan? Si te conozco creo poder adivinar.”
Sonreí.
-
Supongo que incluso si me cambio de domicilio te lo
diría y tú terminarías por darle a todos mi dirección - le murmuré a su contacto
en mi celular y suspiré. Mi aprecio por Sora era algo que siempre me
recriminaba, me había permitido tener sentimientos con él, lo que solo me había
llevado a añorar sucesos que parecían demasiado lejanos.
“Me gustas tú”, envié
el mensaje sin pensar, luego caí en la cuenta de lo que había hecho.
-
Mierda, si él descubre que este es mi número esto no
será bueno… - apagué el cigarro y despeiné mi cabello con desesperación - ¡Ash!
¿Qué hice?
Su
respuesta llegó:
“Auch, esa no es una buena pista.¿Cómo nos conocimos?”
Opté
por una verdad común:
“Nos presentó un amigo en común. Si me preguntas con
el fin de reconocerme, supongo que puedo preguntar también”.
Contestó
de inmediato, me lo imaginé con el celular en la mano sonriendo divertido, como
yo en este momento:
“¿Con que fin?”.
Suspiré,
¿cómo responder de manera correcta sin delatarme?
“Reconocerte”.
Pensé
un segundo en lo que había enviado…
-
Tal vez se asuste y no quiera continuar respondiendo,
sería lo más lógico… Y cuando se entere de que soy yo se reirá de mí.
Su
respuesta llegó en medio de mis dudas:
“Solo si contestas mis preguntas también”. Sonreí.
“Trato hecho.”
“¿Nombre de tu antiguo novio?”, me reí fuerte, el idiota coqueteaba.
“Nunca he tenido. ¿La última mentira que dijiste?”
“Que estaba enfermo para no salir hoy. ¿Película
favorita?”, dudé si ser sincero. Estuve seguro de no habérselo
mencionado antes, así que con algo de miedo, escribí la respuesta.
“Trainspotting. ¿Te cuesta negarte cuando te invitan a
salir? Digo, para no mentir.” Se me hacía extraño
imaginarlo mintiendo por ello, al menos conmigo solía ser extremadamente
directo.
“Solo no quise explicar por qué no quería. No conozco
muchas personas que pudieran soportar Trainspotting, menos verla completa, y
mucho menos disfrutarla. La lista se ha hecho más pequeña. ¿Tu cabello es largo
o corto?”
“Las proporciones son muy subjetivas… llega hasta mis
hombros. ¿Qué estás haciendo en este momento?”
“Batallo entre sí levantarme de la cama o no. Con -Las
proporciones son muy subjetivas-, ¿me está queriendo decir que está a favor de
que el tamaño no importa?”. Me reí fuerte otra vez.
-
Eres un pervertido Sora…
“¿Debo suponer con ello que no tienes mucho por
ofrecer?”
Respondió:
“Solo quería descartar que no me acosté contigo. La
lista es más pequeña aún.”
Dudé:
“Pensé que eso había quedado claro ya”
“Solo quería descartar algo… ¿No eres chica, verdad?”
Temí
que me hubiera descubierto:
“¿Importa?”
“Si quiero adivinar quién eres, ayuda, por lo demás no
importa”
-
Y me continúas coqueteando…
“Deberías confesarte conmigo, como soy un desconocido
en estos momentos… podrías contarme tus secretos. Tal vez jamás te diga quién
soy de todas maneras”
-
No ahora que dije que me gustas… - temí que mi
sugerencia le diera más pistas, sobre todo porque la idea ridícula en mi mente
nacía por querer saber de él lo que usualmente no soltaba en voz alta.
“De todas maneras no debería contarle mis secretos a
cualquiera, no podría saber si los usarías en mi contra”, respondió.
-
Claro que no… aunque no tienes como saberlo - de
pronto llegó otro mensaje suyo.
“Aunque podría ceder si es que me dices un par de secretos
tuyos también”. Sonreí. No sabría que soy yo… eso me sonaba bien.
“Otra vez tenemos un trato. Cuéntame un
secreto.” Sin notarlo me senté en la cama inquieto, saber secretos de alguien
siempre me emocionaba. Más si eran de él.
“¿Qué quieres saber exactamente?”. Mmm… difícil pregunta. Quería saberlo todo, todo lo que jamás
preguntaría porque sabía muy bien que él no contestaría.
“Algo que jamás dirías en voz alta en este momento”, me mordí las yemas de los dedos mientras esperaba su respuesta. Cuando el
celular anunció el mensaje mi estómago dio un vuelvo de los nervios.
“Esto… que no me he levantado porque me duele la
cabeza de tanto llorar.” Su respuesta me dejo sorprendido. No era lo que me
esperaba, aunque claramente sabía que él jamás diría algo así en voz alta. No
podía imaginarme un razón para que Sora llorara y la idea no me hacía para nada
feliz.
“¿Sucedió algo?”.
“Nada en particular. Tú dime, ¿realmente te gusto?”
Tragué
saliva. Si me descubría con lo que había dicho con anterioridad podía salvarme
con decir que era una broma, pero ya ello se leía más serio… Tenía que
responder y sentía que debía ser sincero.
No me
va a descubrir. No sabrá que soy yo de todas maneras, así que no importa.
“Mucho.” Envié el mensaje
sintiéndome un tonto y mordiéndome fuertemente el labio por los nervios. De
inmediato pensé en que lo mejor sería preguntar algo más para evitar que
debiera continuar preguntando sobre mi interés en él.
“¿Me dirías qué te hizo llorar?”
Volví
a recostarme mientras me mordía las yemas de los dedos, algo que no hacía muy a
menudo.
“No ahora desconocido, mi dolor de cabeza me pide una
siesta.” Suspiré sintiéndome deprimido…
“Que descanses…” le
escribí, sabiendo que no recibiría respuesta de su parte. Solté el móvil y me
acomodé en la cama.
-
¿Por qué tienes que ser tan tosco? – le pregunté a su
figura en mi cabeza. No podía imaginar algo que hiciera a Sora llorar a tal
grado que su cabeza doliera. ¿Qué podía hacer yo?
Al día siguiente llegué tarde al ensayo. Aún
me sentía un poco deprimido, si había algo molesto en mi personalidad incluso
para mí, era mi dificultad para dejar ir cualquier tipo de emoción que
apareciera de forma involuntaria.
-
¿Qué hiciste en tu día libre, Chiaki? Supongo que si
llegas tan tarde es porque saliste a beber anoche. – me preguntó Saz en cuanto
me quité el abrigo mientras ellos ya tenían los instrumentos listos para
ensayar.
-
Por supuesto – le mentí de forma animada. Sora bufó
obligándome a mirarlo. Se veía normal, incluso mejor que yo de ánimo.
-
¿Y tú qué hiciste ayer? - le preguntó Saz a él.
-
Salí, como siempre. – dijo orgulloso con actitud
segura como siempre. Lo miré extrañado. ¿Mentir le salía tan natural? Pensé en
quizás cuantas veces lo había hecho y yo no me había dado cuenta. Tal vez no lo
conocía en absoluto. Saz bufó.
-
Tú tienes toda la vida social que deberíamos tener
nosotros tres – al otro rincón Miyako se rió.
-
Mejor ensayemos, ya llegué demasiado tarde como para
que sigamos perdiendo tiempo – les dije algo molesto por las mentiras de Sora y
con toda la intención de no querer escucharlo decir otra.
Tres horas de ensayo sin descanso, mi voz
estaba perfecta, tal vez por ello abusé de ella cantando con más fuerza de la
usual. Aunque sabía que Miyako quería opinar al respecto, mi actitud no se lo
permitió.
-
Chiaki – me llamó Saz atreviéndose a frenar la
continuación del set list que tocábamos por décima vez – Sé que no estás
cansado físicamente, pero debemos cuidar tu garganta y Sora ha perdido tres
kilos de tanto ejercicio, aunque su orgullo no le permita quejarse – se rió y
todos lo demás lo hicieron menos yo que estaba de mal humor. Pensé en decirles
que debíamos ensayar, que no me sentía seguro con como sonaba el set list, pero
llevábamos más de una hora solo practicando sin cambios así que no tenía
sentido. Simplemente me quedé callado y dejé el micrófono sobre un parlante,
luego solo salí con una botella de agua en la mano.
Caminé por el pasillo y me senté en la
escalera, tomé un poco de agua porque sentía la garganta resentida aunque no lo
admitiría. Me encendí un cigarrillo con algo de impaciencia y di la primera
calada sintiendo secas las amígdalas.
Escuché
unos pasos, sabía quién era… él único que siempre me buscaba.
-
Te ves ahogado, Chi. – según mi subconsciente, su voz
sonaba diferente, pero aún estaba enfadado con él.
-
Sora, no estoy de ánimo – fui cortante para que se
alejara.
-
Yo tampoco estoy de buen ánimo, aunque a diferencia de
ti, hago un esfuerzo porque no se note. – volteé a mirarlo a los ojos. En
cualquier otro momento aquel comentario me hubiera molestado, pero su
sorpresiva sinceridad me pudo más. Sin embargo no pude aprovechar su momento de
sinceridad, simplemente no podía preguntar nada, nuestra limitada comunicación
me lo impedía. ¿Cómo pretendía preguntarle sin demostrarle lo mucho que me
importaba su respuesta? Y no quería que notara mi interés tan alejado de la
amistad que teníamos como compañeros de banda. Bah… nos habíamos besado un par
de veces, pero ebrios, tanto que estaba seguro que él ni lo recordaba. Además
eran besos fríos que no me habían gustado para nada. Le di otra calada al
cigarro, él también encendió uno. – Te había comentado que estrenaban una
película que estuve esperando, ¿cierto? – asentí – Es hoy, ¿me acompañas?
Lo miré intentando que mis ojos
no dijeran nada, pero me estaba mirando fijamente.
“Te odio”, pensé a modo de berrinche personal sintiéndome un poco débil
frente a sus peticiones.
-
Solo si me pagas la entrada y la comida. – se rió
dándole una profunda calada al cigarro antes de apagarlo.
-
Trato hecho – susurró de forma sospechosa recordándome
los mensajes de texto. Me mordí la lengua, solo era casualidad, ¿no?
-
Chi, descansa la garganta, estas cantando un poco
rasposo ya.
-
Está bien… - cedí sin ánimos de discutir con él, en el
fondo tenía vergüenza y miedo de que supiera que los mensajes eran míos.
Maldije el instante en que se me ocurrió el juego.
-
Bien, nos vemos a las 10 pm en el cine de siempre. –
asentí. Se fue dejándome solo, y lo agradecí.
Cuando llegué al cine él ya me estaba
esperando. Se había bañado y llevaba el cabello aún húmedo, despeinado, con una
camisa negra que lo hacía apetecible a la vista.
-
Me da vergüenza caminar contigo así – bromeé mirando
su cabello.
-
Agradece que te saco a pasear – me respondió. Le
sonreí, a pesar de su personalidad directa y bromista, era con quien más
compartía.
-
¿Compraste las entradas?
-
Si, y un fan me reconoció y nos permitirá entrar sin
hacer la fila. – se rió desvergonzadamente.
-
Esos si son fans.
Compramos palomitas y unas gaseosas. El mismo
chico que nos las vendió nos llevó por una puerta extraña, y aunque por un
momento pensé que nos secuestraría, de repente aparecimos dentro de la entrada
del cine.
-
¡Que disfruten! Los veré en el concierto de mañana.
-
Gracias… - le dijo Sora, pero yo no lo miré – Oye, debiste
agradecerle.
-
¿Por qué? Te hizo el favor a ti. – levanté los hombros
rehusándome simplemente a darle en el gusto. Él suspiró y eligió los asientos
de en medio, lo seguí.
-
Conmigo te comportas distinto… o eso quiero creer – me
dijo en cuanto se sentó. Habían luces bajas en la sala y como quince personas
más, pero todos alejados de nosotros.
-
¿Qué quieres decir? – le pregunté más para darme
tiempo de qué responder, porque lo había escuchado bien y me había dejado la
mente en blanco.
-
Nada… Después podríamos ir a mi casa y comer pizza-
“gracias por cambiar el tema”, pensé. – Te gustará esta película… – comentó más
animado.
-
¿De qué es?
-
Ya la verás, pero si te gusta tanto Trainspotting, te
gustará esta. – se me cayó la mandíbula con su comentario, él me sonrió
apenado.
-
¿L-lo…sabías? – asintió en silencio, pasé saliva y
tomé una gran bocanada de aire para tragarme la vergüenza que sentía. –
Entonces… ¿Por qué… dijiste lo que dijiste?
-
Lo dije porque sabía que eras tú.- levantó los hombros
quintándole importancia a su confesión. Pestañé tantas veces que fui consciente
de que lo estaba haciendo.
-
¿Lo supiste
desde el comienzo? – evité mirarlo.
-
No, pero usaste la palabra clave. – lo miré confundido sin entender a que se
refería – Nadie además de ti podría hablar de “reconocernos” y nombrar una
barbaridad grotesca como Trainspotting en la misma conversación. – reí sin
ganas aún avergonzado. La película comenzó y no volví a mirarlo, aunque me
picaban las ganas, los ojos y el cuello por voltear a verlo, no lo hice. Tampoco pude colocar demasiada atención a la
película… él ya sabía de mis sentimientos y eso no me hacia feliz.
Intenté comer palomitas a pesar de que no
lograba levantar del todo el rostro para observar la pantalla. Tampoco quería
que terminara porque tendría que enfrentarme con mis palabras, sabría que Sora
me lo exigiría. Pero para mi desgracia, antes de lo que me hubiera gustado
terminó.
-
Vamos, antes de que enciendan las luces y aparezca el
chico de las palomitas con sus amigos a pedirnos autógrafos. – sin mirarlo me
puse de pie y caminé hasta las afueras. En cuanto la luz del lugar llegó a mis
ojos de golpe me cegó unos segundos haciéndome frenar el paso y a Sora chocar
conmigo, por lo que tuve que mirarlo. – Cambia esa cara… pareces que vas a
romper a llorar.
Lo miré indignado. Si sabía mis
sentimientos por él no le iba a permitir actuar de aquella manera conmigo.
-
Eres realmente imbécil. – caminé hacía las afueras del
lugar escuchando sus pasos detrás de mí. Sabía que no se disculparía.
-
Mi auto está a la derecha, en la esquina. – me dijo en
cuanto llegué a las afueras. Si estuviese con cualquier otra persona en una
situación incómoda simplemente me iría, pero algo en mí me detenía cuando se
trataba de Sora, algo que odiaba en ese tipo de circunstancias. Sin más dudas,
fui hasta su auto, lo esperé para que me abriera y subí al asiento del copiloto
dispuesto a permanecer una vez más sin mirarlo, en silencio.
Caminé detrás de él mientras
abría la puerta de su casa, permanecí con los brazos cruzados. Mi estúpida
cabeza no dejaba de preguntarme por qué estaba allí. No lo sabía.
En cuanto me hizo pasar cerró la
puerta a mis espaldas y no encendió la
luz principal, si no la de una lámpara. Lo miré extrañado, dejando que mis ojos
conectaran con los suyos por primera vez en un largo rato.
-
Me duele la cabeza – explicó mientras se quitaba el
abrigo, entonces recordé algo. Suspiré para darme algo de valor e intentar
continuar con la noche como si fuera otra en la que solo hablamos. – Había pedido pizza, la dejé en el horno.
-
No tengo hambre, Sora – le dije sincero. Como nunca,
por un lapsus probablemente causado por la semi oscuridad y el silencio, dejé
caer la coraza que usualmente le mostraba a todos. Sora se quedó de pie
mirándome y se percató con una sola mirada, me pregunté si se me notaría algo
en el rostro o qué.
Él suspiró y se sentó junto a mí
más cerca de lo normal. El olor de su perfume llegó hasta mí, pequeño detalle
curioso que no me pasó desapercibido, yo sabía que no solía usar perfume.
Aunque no quería que me viera los
ojos, no podía dejar de mirarlo a él, por unos segundos sentí que al igual que
yo estaba bajando la guardia.
-
Sora… - me miró calmado, esperando – Te duele la
cabeza… ¿por llorar otra vez? – abrió un
poco los ojos, definitivamente no dije lo que esperaba oír. Hizo un pequeño
chasquido con la lengua. No quería contestar, pero esa ya era una respuesta
para mí.
-
Chi…
-
Dime que sucede… ¿Qué te tiene tan triste? - bajó la mirada y rascó su brazo
notablemente incómodo. Esperé, pero no dijo nada, hasta que de pronto cubrió su
rostro con sus manos. La visual me dejó sin palabras e instantáneamente me
acerqué, empujando suavemente su cuerpo hacía mí acurrucando su rostro en mi
pecho, pidiéndole que me abrazara. Sus brazos permanecieron quietos pero su
rostro si se escondió aún más en mí.
-
No hay palabras para explicarlo… sin sonar ridículo…
-
Inténtalo, no hay forma en que pueda reírme de ti con
esto. Menos si… ya conoces mis sentimientos… - en cualquier otra situación no
me hubiera atrevido a decirlo, pero sentí que debía hacerlo y ser más explicito
si era necesario para que él confiara en mí. Suspiró con pesadez. – Suéltalo
Sora… - le pedí más en una queja, detestaba oírlo tan afectado.
-
Es solo que… - volvió a suspirar – Es una tontería…
-
No lo es, dilo ya.
-
Me siento… solo… - susurró muy bajo – No en el sentido
en el cual añoras compañía, si no que… no puedo con las ideas en mi cabeza. A
veces me asusto de mi mismo, temo hacer alguna estupidez solo por no poder
controlar mi… odio… a mi mismo… - me
quedé helado en cuanto lo dijo – Sé que no es lo que parece, llevo años
escondiéndolo, pero desde hace un tiempo hasta la fecha es un poco más
doloroso.
-
Últimamente siempre tienes jaquecas – dije en voz alta
en cuanto lo recordé varias veces quejándose por dolores de cabeza, bebiendo
medicamentos, evitando salidas o solo alejándose de todos porque le molestaba
el ruido. Asintió como respuesta. Sentí en su forma lenta de asentir que estaba
avergonzado.
-
Voy a sonar patético, lo sé, así que espero que no me
lo repitas, pero si tu quisieras, yo… - levantó su rostro para mirarme apoyando
su cuerpo en uno de sus brazos. Me miró, nunca había visto sus ojos tan
sinceros, ni llorosos, sus pestañas estaban un poco húmedas y parte de mi
cabeza pensó que lo estaba viendo realmente por primera vez.
- A medida que te he conocido más es que me he sentido así… más sobrecargado– abrí los labios sin intención, ¿eso era malo? – Sé que… quiero en el fondo que me conozcas como realmente soy y me aceptes… pero te seré sincero Chi, tengo mal carácter y temo lastimarte y solo conseguir que nos hundamos juntos… contagiarte de… esto… tampoco quiero usarte para que me ayudes…
- A medida que te he conocido más es que me he sentido así… más sobrecargado– abrí los labios sin intención, ¿eso era malo? – Sé que… quiero en el fondo que me conozcas como realmente soy y me aceptes… pero te seré sincero Chi, tengo mal carácter y temo lastimarte y solo conseguir que nos hundamos juntos… contagiarte de… esto… tampoco quiero usarte para que me ayudes…
Tomé su rostro entre mis manos y lo besé. No quería más excusas. Había besado a Sora en tres ocasiones, una un
día cualquiera en medio de una fiesta, solo porque me desafió con que no me
atrevía y él estaba ebrio, la segunda fue en medio de una celebración por una
gira exitosa pero habíamos bebido tanto que ni yo lo recodaba, y la última
había sido un día que lo arrastré hasta mi departamento porque estaba muy ebrio
para conducir, como agradecimiento me besó, pero esta vez no era lo mismo, esta
vez le pude trasmitir que yo realmente sentía por él y mucho.
-
Mm… - el pequeño sonido proveniente de su garganta se
le escapó en el instante en que mi lengua fue más persuasiva con él, sus manos
fueron hasta mi camisa y metió sus manos por debajo de ella, mi piel ardió.
Jamás pensé que podría tener tal química física con él, quería tocarlo por
completo. Sus labios hicieron un sonido suave cuando se despegaron sin muchas
ganas de los míos – Chi…
-
¿M? – mantuve los ojos cerrados, entonces sentí su
besó en mi nariz, así que los abrí. Sonreí por la sorpresa.
-
¿De verdad tu película favorita es trainspotting? – me
reí.
-
Si… lo es.
-
Estás loco… ¡Es grotesca!
-
Es una obra de arte, solo hay que saber entenderla. –
lo miré a los ojos divertido, se le hacía difícil la situación, lo entendía,
quise besarlo otra vez y no pude contener que mi mirada se posara en sus
labios.
-
Me gustas mucho… también. – lo miré para corroborar
que decía la verdad, pero no me dejó mirar demasiado a través de él y me plantó
un beso para callarme las dudas.
-
Sora… - le susurré aun teniendo su boca pegada a la
mía.
-
Mm…
-
No estás solo… - no lo miré, solo pude volverlo a
besar, él se quedó perplejo unos instantes pero luego profundizó aun más las
caricias con su lengua, tomándome el rostro y empujándome hacía él. Cuando nos
separamos, ambos respirábamos agitados. - ¿Me escuchaste bien verdad? – el
sonrió y cerró los ojos, apoyando su frente en mi mentón, le faltaba aún más el
aire que a mí.
-
Si… escuché Chi.