Chiaki se sentó en la cama consternado.
-
Debo
controlarme… - se reprochó así mismo sabiendo que le era difícil. Cerró los
ojos recordando los labios de Sora, queriendo impacientemente volver a besarlo,
pero se contuvo como siempre. Mordió su labio con fuerza como castigo así
mismo. Observó al ave que dormía, preguntándose a sí mismo si debía dormir con
Sora aunque hubiera optado por un no. Sabía que si le pedía dormir en el sofá
se sentiría mal por ello luego. Suspiró y se recostó luego de apagar la luz.
-
¡Auch! – lo escuchó chillar cuando se golpeó el
dedo meñique de su pie con la orilla de la puerta – Ah… duele…
-
¿No puedes
hacer menos ruido? – se removió para encender la luz mirándolo
enfadado. Sora tenía el cabello mojado y le goteaba el cuerpo entero, seguía
sujetándose de la pared con dificultad aún un poco mareado.
-
Lo lamento…
- Chiaki se levantó y buscó un pijama entre los cajones de su armario.
-
Ten, usa éste
para dormir, pero por favor no hagas ruido que ya es demasiado tarde.
-
Perdón… - el vocal suspiró volteándose. Sora se
vistió con rapidez sin secarse del todo por vergüenza a que Chiaki
volteara en cualquier momento y lo viera desnudo o en alguna posición vergonzosa, y finalmente se metió en la cama, gateando hasta la orilla donde se había
recostado la vez anterior. Observó los ojos de su compañero cuando se acercó, parecían
tristes. Él también lo estaba. Finalmente se acomodó mirando en su dirección, y si bien no se miraban a los ojos, estaban uno en frente del otro. Sora
suspiró mirando la mano del vocal descansar sobre la cama y sin pensarlo dos
veces intentó tomarla, pero él la retiró, por lo que sintiendo el rechazo bajó su mano escondiéndola entre las colchas haciendo un puchero con la boca – ¿Sólo Sacchan puede? – Chiaki tragó
saliva y arrugó el ceño pero no respondió. – Así que… a Sacchan le gustas… -
comentó esperando una confirmación de él.
-
Así parece- respondió seco en un susurro. Volvió a suspirar, oírlo de su boca dolía.
-
Y a ti…
-
Sora, es
tarde, duerme por favor. – asintió, se acurrucó permitiéndose mirarlo
mientras se volteaba para apagar la luz de la lamparita.
-
Chi…
-
¿Qué?
-
Tus labios
son muy suaves.
- Cállate. – el batero rió por su vergüenza aprovechándose de la oscuridad para acercarse a él, pegándose a su cuerpo y rodeándole con los brazos.
- Yo sí te
quiero – le confesó permitiéndose hacer lo que quería. La
respiración de Chiaki se aceleró pero no rompió el abrazo. Una parte de él se
sintió asqueado de sí mismo por sólo hacerle sentir que él no lo quería, pero
decírselo sería agrandar todo aquello y era lo que menos necesitaba. Se mantuvo
quieto mientras Sora acomodaba su rostro bajo su cuello. – Chi… - susurró con
cierto jubilo, no parecía querer decirle nada, sólo disfrutar de poder decir su
nombre mientras lo abrazaba. Chiaki se enterneció pero también sintió con ello
unas enormes ganas de llorar. Sora lo exponía, siempre lo hacía, le recordaba
que deseaba lo que el común de la gente. – Mi Chi… - lo escuchó susurrar con un
tono ronco más adormilado. Suspiró, y no pudo evitar enredar sus dedos en su
cabello húmedo y acariciarlo, lo arropó más y continuó en ello, relajándolo. Los brazos de Sora lo abrazaron un poco más fuerte, con ilusión.
Continuó con sus caricias hasta que escuchó la respiración
acompasada de Sora y se alejó un poco de él para confirmar que dormía, en
cuanto lo hizo, se zafó con suavidad de su abrazo para poder recostarse más
abajo, a su altura, y así poder cubrirse hasta los hombros con las colchas... y de
pasó quedar más cerca de su rostro. La luz era poca, pero en cuanto se
acostumbró a ella le pareció suficiente, podía contemplar sus facciones sin
problemas. Levantó la mano a la altura de su cara y dejó sus dedos acariciar el
rostro del batero rozando con suavidad su frente, bajando por su nariz,
tocando la curvatura de sus labios, acariciando el mentón y luego las mejillas,
pasar sobre los parpados cerrados hasta finalmente volver a sus labios.
-
Tus labios
también son muy suaves… - susurró tan bajo que apenas se pudo oír así mismo.
Pensó en que se moría de ganas por hacerlo, pero sabía que no debía – De
todas maneras no sabrá… - pensó antes de acercarse a él y darle un suave beso
en la comisura de los labios. Se alejó mordiéndose el labio inferior
aguantándose las ganas por hacer aquello en el labio del batero o lo
despertaría, luego besó la punta de su nariz de manera impulsiva.
“Maldita sea...”, pensó autoreprochándose. Sora se
removió y se volvió a pegar a él abrazándolo.
- Chi… -
balbuceó. El vocal abrió los ojos con miedo de que hubiera estado despierto,
pero escuchó sus ronquidos sólo un par de segundos después.
- Que susto me
diste… - susurró otra vez. Intentó acomodarse pero tenía tan pegado a Sora a su
pecho que le costó encontrar una posición placentera para dormir. Finalmente
optó por deshacerse de su abrazo y sólo dormir pegado a él.
Despertó con el sonido de un ave cantando demasiado temprano para su
gusto, entonces bostezó estirándose, encontrándose con Sora pegado a su espalda. ¿En qué
momento se había volteado? No lo sabía pero le resultó agradable la sensación
de sus piernas enredadas en las suyas. De mala gana se levantó de la cama y se
dirigió al ave que estaba demasiado despierta.
-
¿Te sientes
mejor? – balbuceó en un tono muy bajo. La tomó entre sus manos como la noche
anterior y la llevó al baño para volver a lavar su herida, volvió a cortar
vendas para luego de acomodárselas y esta vez la llevó hasta el balcón para
dejarla partir. – Nos veremos pronto, supongo.
En cuanto abrió las manos, el pequeño pájaro emprendió vuelo como si hubiera entendido sus palabras. Chiaki se sintió satisfecho consigo mismo.
En cuanto volvió a su habitación observó a Sora durmiendo plácidamente, se había acomodado en medio de la cama con los brazos alzados y un pie fuera de las colchas... Chiaki suspiró. Le parecía infantil y detestaba la ternura que sentía cada vez que lo miraba, le hacía sentir débil. Se subió a la cama donde se acomodó en un rincón lejos de él, tomó su celular y observó la hora, eran las 8 de la mañana, podía seguir durmiendo, pero con Sora allí no quería porque le gustaba mirarlo. Entonces pensó en que podía tomarle fotos para mirarlas después. Le tomó tres de diferentes ángulos y luego volvió a recostarse. Se rió de su pequeña travesura. Sin notarlo volvió al mensaje de Saz.
En cuanto volvió a su habitación observó a Sora durmiendo plácidamente, se había acomodado en medio de la cama con los brazos alzados y un pie fuera de las colchas... Chiaki suspiró. Le parecía infantil y detestaba la ternura que sentía cada vez que lo miraba, le hacía sentir débil. Se subió a la cama donde se acomodó en un rincón lejos de él, tomó su celular y observó la hora, eran las 8 de la mañana, podía seguir durmiendo, pero con Sora allí no quería porque le gustaba mirarlo. Entonces pensó en que podía tomarle fotos para mirarlas después. Le tomó tres de diferentes ángulos y luego volvió a recostarse. Se rió de su pequeña travesura. Sin notarlo volvió al mensaje de Saz.
“¿Podríamos vernos? Tal vez ir al cine…”
Bufó pensando en ello… Saz no era
vulnerable como Sora. Podía defenderse, podía alejarlo cuando quisiera y tal vez era mejor opción usar su tiempo con él. Le respondió:
“¿Vamos a una obra de teatro? Hay un teatro nuevo cerca del estudio,
tiene función todos los viernes. Y tiene menos gente que el cine.” La idea del cine no le agradaba porque simplemente de forma inconsciente
vinculaba las películas a Sora.
Envió el mensaje, y al notar que tenía hambre se levantó a prepararse el
desayuno. Sora se estiró al escuchar sus pasos, pero adormilado volvió a
acurrucarse para continuar durmiendo. De pronto abrió los ojos asustado al notar
en donde estaba. Recordaba un poco de la noche anterior pero no todo.
-
Mierda… - el
celular de Chiaki sonó indicando un mensaje. Sora no lo pensó y lo tomó para
leerlo incluso dormido.
“El Viernes a las 10 está perfecto… ¿Así que prefieres estar a solas
conmigo?”
Soltó el celular sentándose en la cama molesto. Con horror, la imagen de Saz besando a Chiaki apasionadamente llegó a su mente y
necesitó despeinar sus cabellos nuevamente para alejar esos pensamientos.
-
Te odio
Chiaki – susurró con rostro triste.
- ¿Ah? ¿Y
ahora qué hice? – le dijo mientras llevaba la bandeja de desayuno hacia la
cama. El batero no lo miró, permaneció con el semblante molesto y la mirada baja. -
¿Qué es lo que te pasa ahora? – no pudo evitar reír al verlo enfadado - ¿Es que
sigues ebrio?
- Te llegó un
mensaje. – Chiaki cambió de expresión inmediatamente pues ya no era divertido. Dejó la bandeja en la cama para tomar su celular y su rostro palideció cuando lo
leyó - ¿Ya se besaron? – le preguntó queriendo sonar enfadado pero no le
resultó, simplemente sonaba herido. – O es que ya… - lo miró a los ojos. El
vocal se repuso enfadándose por las explicaciones que le estaba pidiendo.
-
¿Y a ti qué te importa?
-
Sabes por
qué me importa. ¿Por qué me besaste en el camarin? – le exigió saber. Chiaki pestañeó un par
de veces, la pregunta lo pilló desprevenido.
-
No lo sé…
-
Sí lo sabes. Tú no eres del tipo que va por allí repartiendo besos…
- ¿Y qué sabes
tú? – pensó en una idea fugaz para defenderse de Sora - ¿Acaso no te has
dado cuenta que he sido igual con Sacchan? ¿Por qué crees que eres diferente?
Siempre piensas lo mismo, que somos amigos o que somos algo más… Pero no Sora. Somos compañeros de la misma banda nada más. Tal vez un poco cercanos... pero no
existe nada más. ¿Por qué no lo entiendes?
El batero lo miró unos segundos sin creerse lo que le había dicho
mirándolo a los ojos, pestañeando para evitar que la humedad de sus ojos aumentara.
-
Bien, tienes
razón... – intentó contener la voz pero no pasó desapercibido para Chiaki que le
habían dolido sus palabras – No te conozco como creía.
Se puso de pie y salió de la habitación, fue hasta el baño por su
ropa que notó toda estaba mojada menos el abrigo que se puso, y luego fue
hasta la puerta para ponerse los tenis. Vio a Chiaki contemplarlo desde dentro
de su habitación pero no lo detuvo, aunque él quería que lo hiciera, sabía que
no lo haría. Finalmente salió por la puerta.
-
Yo nunca te
diría algo así… - susurró mientras se limpiaba los ojos antes de tomar el
camino de vuelta a casa.